La Crónica de Guanajuato

Historias DIFerentes en Celaya

Celaya.- Una simple moneda puede ser la diferencia entre poder contar con una vida plena o sumirse paulatinamente en la oscuridad de las adicciones, los abusos, y el peligro que representa que un menor de edad se encuentre solo en las calles.

Algunos no tienen mayor opción, otros son explotados sin darse cuenta, dentro de su inocencia suponen que todo se trata de un juego, de estar con sus padres o tutores cargando una canasta, o una cubeta con flores, pero todo inicia de la misma forma, con la buena voluntad de una persona que supone que esa moneda que regaló ayudará al pequeño, sin saber que indirectamente lo está condenando a llevar una vida llena de dolor, donde al crecer y luego de perder esa ternura que lo caracterizaba, podría convertirse en una persona a la que no le quedará más remedio que delinquir para conseguir droga, alcohol, o alimentos para compartir con su familia alternativa, esa familia que conoció en la calle.

Así de difícil puede ser la vida de un niño en situación de calle, e irónicamente, así de sencillo niñas, niños y adolescentes que radican en Celaya, pueden llegar a este punto, recibiendo una simple moneda.

Para trabajadoras sociales y psicólogas que trabajan en las instalaciones de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia (CAFI), perteneciente al Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, esta problemática representa uno de los retos más importantes, al tener que luchar diariamente contra un fenómeno social que lejos de disminuir está en constante crecimiento.

Cada niña, niño o adolescente, a lo largo de media jornada laboral diaria, comprendida principalmente por un lapso de tres a cuatro horas de trabajo, puede llegar a ganar de 400 a 800 pesos diarios, esto dependiendo del lugar en el que se ubique, el flujo vehícular y de transeúntes, así como la temporada del año.

Otros menores de edad, optan por descansar a lo largo de la semana, ya que obtienen el mismo beneficio económico laborando sólo los días viernes, sábado y domingo, también en media jornada. Sin embargo, otro grupo de niñas, niños y adolescentes, pueden llegar a ganar hasta el doble de este beneficio económico, realizando actividades hasta altas horas de la noche en bares y centros nocturnos.

Para algunos padres o tutores, esta actividad representa un jugoso negocio, todo a costa de la buena voluntad de las personas. La violencia física, abusos, y amenazas, forman parte del día a día de menores en situación de calle que realizan actividades catalogadas como explotación infantil.

El dinero fácil, surge de la ternura o lástima que puede inspirar un pequeño haciendo malabares entre vehículos, cargando una canasta con dulces, una cubeta con flores, limpiando un parabrisas o simplemente pidiendo algo para comer, pero detrás de ese rostro de inocencia se oculta una realidad aterradora que en ocasiones, puede derivar en casos de prostitución infantil, abusos sexuales, tortura psicológica, agresiones físicas, incorporación a delitos, o hasta el que el menor de edad tenga que pasar la noche afuera de su domicilio como medida represiva, sin importar el frío, la lluvia, o los peligros a los que se pueda enfrentar.

La vida en las calles es sumamente difícil, y en poco tiempo estos menores llegan a conformar alianzas cimentadas en la confianza, en el sentido de pertenencia, en la protección que pueden darles jóvenes de mayor edad, en el saber que todos se encuentran viviendo la misma situación, y que al menos en esa esquina, son importantes para sus compañeros; ellos ahora forman parte de una familia alternativa con quienes en ocasiones pueden compartir sus ganancias.

Los más pequeños, con 300 o 400 pesos en la bolsa, se sienten conformes al gastar algunas monedas en la renta de video juegos, comprar golosinas o un juguete, tienen mucho más de lo que necesitan, y saben que al llegar a casa los despojarán de lo que ganaron con su trabajo, saben que detrás de esa puerta los esperan golpes y amenazas, tal vez nisiquiera alcancen a probar un plato de comida caliente, tal vez esa noche no podrán descansar en una cama, lo que conocían como su hogar, dejó de serlo, aquello que conocían como su familia, ya no se encuentra detrás de esas paredes, si no en la esquina donde diariamente les dan monedas.

Con la aceptación de una familia alternativa, donde regularmente los jóvenes de mayor edad son los modelos a seguir, sólo es cuestión de tiempo para que lleguen las drogas, el alcohol, los abusos y embarazos no deseados, todos forman parte de la misma familia, pero el tiempo es inmisericorde y con el paso de los días, aquél rostro que inspiraba ternura en un crucero dejó de surtir el mismo efecto para recibir monedas, el tiempo de bonanza ahora se ve lejano, por lo que sin un oficio, pero con la necesidad de comer o drogarse, aquél niño tiene que ocupar un nuevo puesto dentro de su familia.

Ahora sólo cuenta con dos caminos para seguir: Sentar las bases en alguna esquina para poder conformar una nueva familia de menores en situación de calle a quienes guiar y de los cuales obtener un beneficio económico, o bien, despojar de sus pertenencias a aquellas personas que en algún momento le tendieron la mano dándole una moneda; luego de consumar el primer robo, los siguientes continuarán sin darse cuenta, su adicción es grande y con cada robo se sentirá más poderoso, es el comienzo de una carrera criminal.

Los riesgos que a diario enfrentan los menores de edad, son los mismos a los que se expone el personal de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia; amenazas, agresiones y rechazo
forman su día a día, sin embargo el personal de DIF Celaya cuenta con una inquebrantable convicción de ayudar a quienes más lo necesitan.

Cuando un menor de edad recibe un beneficio económico, uno de los obstáculos a los que se enfrenta el personal de CAFI es la decersión escolar, aunado a los riesgos que implica el encontrarse realizando actividades en vía pública, sin embargo, el mayor problema radica en el hecho de que en el 90 por ciento de los casos, la familia del menor se resiste o se niega a recibir apoyo.

El 10 por ciento restante, no está exento de mostrar una resistencia a recibir apoyo debido a mitos culturales, ya que desestiman recibir atención psicológica integral, o bien participar en talleres como escuela para padres, donde pueden compartir experiencias con otras personas que se encuentran en la misma situación.

De cada 50 casos que llegan a ser detectados, sólo 20 de las niñas, niños y adolescentes a los que se les ofrece ayuda logran estabilizarse, regresar a cursar estudios de manera formal, o en su defecto a tener una vida estable en familia.

Son días, semanas, o hasta meses, los que el personal de CAFI puede regresar a algún crucero para tratar de ayudar a una niña, niño o adolescente, es una labor de convencimiento, de ganar la confianza de aquellos que no creen en nadie que no sea su compañero de trabajo, de mostrarles que pueden tener un futuro, que también pueden ser protegidos y queridos desintersadamente.

Luego de vencer el primer obstáculo, al tener la confianza del menor, el siguiente problema radica en la agresividad, negativas y amenazas que pueden mostrar familiares del pequeño, al momento en que las trabajadoras sociales y psicólogas se presentan en domicilios para tratar de invitarlos a integrarse a un programa de ayuda.

Las amenazas no son sólo para el personal de CAFI, usualmente, aquellos que se niegan a recibir el apoyo, saben que en caso de ceder podrían perder el ingreso económico que generan los niños, además de hacerse acreedores a sanciones legales. Ahí llega el temor psicológico, bajo la amenaza de abusar de los pequeños o agredirlos, todo por haber aceptado recibir ayuda y mostrar el lugar donde vivían, haciendo culpables a las trabajadoras sociales o psicólogas de lo que ocurra, todo por querer ayudar.

Para ese porcentaje de menores que se logra rescatar, se encuentra Casa de Día, ubicado en las instalaciones de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia donde las niñas, niños y adolescentes que acuden reciben alimentación especializada, atención psicológica, atencion académica, asistencia para culminar estudios a través de INAEBA, así como talleres para aprender un oficio en la vida como carpintería y panadería, pero sobretodo los menores de edad que acuden a CAFI encuentran respeto, apoyo, trato digno, pero sobretodo una verdera reintegración a la sociedad.

El ayudar a niños en situación de calle, es una tarea diaria y de tiempo completo, es una manifestación de amor por el trabajo que se realiza, pero sobre todo, la búsqueda incesante de un mejor futuro para la niñez.

Para el personal de CAFI, uno de sus mayores temores radica en saber que en diversos lugares del municipio existen niñas, niños y adolescentes que minuto a minuto se exponen a tener algún accidente trabajando entre vehículos; que existen menores de edad expuestos a una desaparición al no encontrarse bajo el cuidado de un adulto; que existen pequeños expuestos a adicciones y abusos; niños que tendrían que estar en su casa o una escuela, y no laborando en las calles.

La ciudadanía tiene un papel fundamental para combatir este problema, y la solución está en sus manos, una simple moneda, una moneda que de no ser entregada puede sentar las bases para acabar con un fructífero negocio en el que se explota la inocencia de un niño y se vulneran sus derechos, una moneda que de no ser entregada, puede ofrecer un mejor futuro a las niñas, niños y adolescentes.

Esto pasa en Celaya, a la vista de todos, es una historia DIFerente.

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